Textos
Estética medieval
La belleza del mundo y la belleza de Dios.
Porque desde la creación del mundo lo invisible de Dios se hace mentalmente visible a través de sus criaturas. | Rom. I, 20.
Lope de Vega
Ir y quedarse, y con quedar partirse, partir sin alma y ir con alma ajena, oír la dulce voz de una sirena y no poder del árbol desasirse;
arder como la vela y consumirse haciendo torres sobre tierna arena; caer de un cielo, y ser demonio en pena, y de serlo jamás arrepentirse;
hablar entre las mudas soledades, pedir pues resta sobre fe paciencia, y lo que es temporal llamar eterno;
creer sospechas y negar verdades, es lo que llaman en el mundo ausencia, fuego en el alma, y en la vida infierno.
Pio Baroja: El árbol de la ciencia
Tú quieres una síntesis que complete la cosmología y la biología; una explicación del Universo físico y moral. ¿No es eso? —Sí. —¿Y en dónde has ido a buscar esa síntesis? —Pues en Kant, y en Schopenhauer sobre todo. —Mal camino —repuso Iturrioz—; lee a los ingleses; la ciencia en ellos va envuelta en sentido práctico. No leas esos metafísicos alemanes; su filosofía es como un alcohol que emborracha y no alimenta. ¿Conoces el “Leviathan” de Hobbes? Yo te lo prestaré si quieres. —No; ¿para qué? Después de leer a Kant y a Schopenhauer, esos filósofos franceses e ingleses dan la impresión de carros pesados, que marchan chirriando y levantando polvo. —Sí, quizá sean menos ágiles de pensamiento que los alemanes; pero en cambio no te alejan de la vida. —¿Y qué? —replicó Andrés—. Uno tiene la angustia, la desesperación de no saber qué hacer con la vida, de no tener un plan, de encontrarse perdido, sin brújula, sin luz a donde dirigirse. ¿Qué se hace con la vida? ¿Qué dirección se le da? Si la vida fuera tan fuerte que le arrastrara a uno, el pensar sería una maravilla, algo como para el caminante detenerse y sentarse a la sombra de un árbol, algo como penetrar en un oasis de paz; pero la vida es estúpida, sin emociones, sin accidentes, al menos aquí, y creo que en todas partes, y el pensamiento se llena de terrores como compensación a la esterilidad emocional de la existencia.