Textos
- Textos
- Darwin | La selección natural
- Epicuro | Ignorar la muerte
- Nada de identidad
- Sartre
- Sobre el transhumanismo/posthumanismo
- Freud | Eros y thanatos
- Guía para el comentario
- Platón
- Aristóteles
- Descartes
- Marx | La alienación en el trabajo
- Arsuaga & Martínez | La aparición del lenguaje
- Scheler | El puesto del hombre en el cosmos
- Clastres | La violencia primitiva
- Schopenhauer | La sociedad y los puercoespines
Darwin | La selección natural
«¿Podemos dudar —y recordemos que nacen muchos más individuos de los que pueden sobrevivir— de que los individuos que tengan cualquier ventaja, por ligera que sea, sobre otros, tendrian más probabilidades de sobrevivir y de procrear su especie? Por el contrario, podemos estar seguros de que toda variación perjudicial, aun en el grado más ínfimo, sería rigurosamente destruida. A esta conservación de las variaciones y diferencias individualmente favorables y la destrucción de las que son perjudiciales la he llamado "selección natural" o "supervivencia de los más aptos". En las variaciones que no son útiles ni perjudiciales no influiría la "selección natural", y quedarían abandonadas como un elemento fluctuate, como vemos quizá en ciertas especies poliformas, o llegarían finalmente a fijarse a causa de la naturaleza del organismo y de la naturaleza de las condiciones del medioambiente» [CHARLES DARWIN. El origen de las especies. Edaf]
- ¿Qué propiedad de los seres vivos, según Darwin, es la que impulsa el proceso de la selección natural? Razona tu respuesta.
- ¿Por qué no interviene la selección natural en las variaciones que no son ni útiles ni perjudiciales?
- Lee detenidamente los fragmentos subrayando las frases que contienen las ideas principales y las palabras clave.
- Busca las palabras en el diccionario que no conozcas y expresa con tus propias palabras lo que ha contado el autor del texto.
- Señala el tema y la idea o ideas principales.
Epicuro | Ignorar la muerte
Acostúmbrate a considerar que la muerte no es nada para nosotros, puesto que todo bien y todo mal están en la sensación, y la muerte es pérdida de sensación. | Carta a meneceo, Alhambra, 1985, p. 48.
Nada de identidad
Nada de identidad, puesto que la identidad fija el movimiento de pensar. La identidad rinde honores a un orden. Al contrario: pensar es pasar, pasar adelante. Pensar es interrogar el orden, extrañarse de su existencia, preguntarse qué es lo que lo ha hecho posible. Pensar es buscar [...] «cómo y hasta dónde sería posible pensar de otro modo» [Foucault] [...] pensar sin ataduras, atraerse a lo desconocido. Es afirmar la diferencia, mantener la contradicción, dejar venir lo desconocido e inesperado; dejar en libertad la dimensión de la extrañeza y del allá. | MA. Ouaknin, Elogio de la caricia, p. 49.
Sartre
Estamos solos, sin excusas. Es lo que expresaré diciendo que el hombre está condenado a ser libre. Condenado porque no se ha creado a sí mismo, y, sin embargo, por otro lado, libre, porque, una vez arrojado al mundo, es responsable de todo lo que hace. El existencialista no cree en el poder de la pasión. No pensará nunca que una bella pasión es un torrente devastador que conduce fatalmente al hombre a ciertos actos y que por consecuencia es una excusa; piensa que el hombre es responsable de su pasión. El existencialista tampoco pensará que el hombre puede encontrar socorro en un signo dado sobre la tierra que le orienta; porque piensa que el hombre descifra por sí mismo el signo como prefiere. Piensa, pues, que el hombre, sin ningún apoyo ni socorro, está condenado a cada instante a inventar el hombre. | SARTRE, J.-P.: El existencialismo es un humanismo, Orbis, 1984, pp. 68-69.
Sobre el transhumanismo/posthumanismo
La humanidad no es un juego; es lo que está en juego. No es fundamentalmente una creación, sino una transmisión. No es una invención, sino una fidelidad. [...] ¿Superar al hombre? Sería traicionarlo o perderlo. Todo ser tiende a perseverar en su ser, decía Spinoza, y el ser del hombre no se destruve menos si se convierte en ángel que si se convierte en caballo... ¡Eugenesia y barbarie son la misma lucha! Curar a un individuo, sí, y nunca lo haremos demasiado. Pero modificar la especie humana, no. [...] El hombre no es Dios: solo podrá ser plenamente humano si acepta no ser ni su causa ni su ruina. | ANDRÉ COMTE-SPONVILLE, Invitación a la filosofia.
Freud | Eros y thanatos
No era, ciertamente, este resultado el que nos habíamos propuesto alcanzar. Partimos más bien de una decidida separación entre instintos del yo o instintos de muerte, e instintos sexuales o instintos de vida. Nos hallábamos dispuestos a contar entre los instintos de muerte a los supuestos instintos de conservación, cosa que después rectificamos. Nuestra concepción era dualista desde un principio y lo es ahora aún más desde que denominamos las antítesis, no ya instintos del yo e instintos sexuales, sino instintos de vida e instintos de muerte. La teoría de la libido, de Jung, es, en cambio, monista. El hecho de haber denominado en ella libido a su única fuerza instintiva tuvo necesariamente que producir confusiones, pero no puede ya influir para nada en nuestra reflexión. Sospechamos que en el yo actúan instintos diferentes de los libidinosos de conservación, mas no podemos aportar prueba ninguna que apoye nuestra hipótesis. Es de lamentar que el análisis del yo se halle tan poco avanzado, que tal demostración nos sea difícil en extremo. Los instintos libidinosos del yo pueden, sin embargo, hallarse enlazados de un modo especial con los otros instintos del yo, aún desconocidos para nosotros. Antes de hacer reconocido claramente el narcisismo existía ya en el psicoanálisis la sospecha de que los instintos del yo habían atraído a sí componentes libidinosos. Mas son estas posibilidades muy inseguras, que ni siquiera se dignarán tomar en cuenta nuestros adversarios. De todos modos, como se nos podría objetar que si el análisis no había logrado hasta ahora hallar otros instintos que los libidinosos, ello era debido únicamente a insuficiencia de su fuerza de penetración, no queremos por el momento arriesgar una conclusión exclusivista.
Dada la oscuridad en que se halla sumido todavía todo lo referente a los instintos, no debemos rechazar desde luego ninguna idea que nos parezca prometer algún esclarecimiento. Hemos partido de la antítesis de instintos de vida e instintos de muerte. El amor objetivo mismo nos muestra una segunda polarización de este género: la de amor (ternura) y odio (agresión). Sería muy conveniente poder relacionar entre sí estas dos polarizaciones, reduciéndolas a una sola. Desde un principio hemos admitido en el instinto sexual un componente sádico, que, como ya sabemos, puede lograr una total independencia y dominar, en calidad de perversión, el total impulso sexual de la persona. Este componente sádico aparece asimismo como instinto parcial, dominante en las por mí denominadas «organizaciones pregenitales». Mas ¿cómo derivar el instinto sádico dirigido al daño del objeto, del «eros», conservador de la vida? La hipótesis más admisible es la de que este sadismo es realmente un instinto de muerte, que fue expulsado del yo por el influjo de la libido naciente; de modo que no aparece sino en el objeto. Este instinto sádico entraría, pues, al servicio de la fusión sexual, pasando su actuación por diversos grados. En el estadio oral de la organización de la libido coincide aún el apoderamiento erótico con la destrucción del objeto; pasado tal estadio es cuando tiene lugar la expulsión del instinto sádico, el cual toma por último al sobrevenir la primacía genital y, en interés de la procreación, la función de dominar al objeto sexual; pero tan sólo hasta el punto necesario para la ejecución del acto sexual. Pudiera decirse que al sadismo, expulsado del yo, le ha sido marcado el camino por los componentes libidinosos del instinto sexual, los cuales tienden luego hacia el objeto. Donde el sadismo primitivo no experimenta una mitigación y una fusión queda establecida la conocida ambivalencia amor-odio de la vida erótica. (Más allá del principio del placer, 6.)
Guía para el comentario
- Explica la diferencia entre la primera teoría dualista de los instintos y la que aparece en la metapsicología freudiana.
- ¿Cuáles son los argumentos aducidos por Freud en favor de la existencia de los instintos de muerte?
- ¿Por qué los instintos de vida y de muerte son antitéticos?
- Explica la ambivalencia afectiva basándote en la existencia de los instintos de muerte.
- ¿Cuál es la función de los instintos de vida y de muerte?
- ¿Qué relación establece Freud entre los instintos de muerte y el principio de nirvana?
- Explica los componentes sádico-masoquistas del instinto de muerte.
- ¿En qué sentido la agresión es una manifestación del instinto de muerte?
- Determina la génesis de la civilización a partir de la represión del Eros.
- Qué concepción sobre los instintos supone el dualismo freudia-no: Eros y Tanatos?
Platón
— ¿Y es que la cuestión, Simmias, se nos presenta así? —continuó Sócrates—. Si, como repetimos una y otra vez, existe lo bello, lo bueno y todo lo que es una realidad semejante, y a ella referimos todo lo que procede de las sensaciones, porque encontramos en ella algo que existía anteriormente y nos pertenecía, es necesario que, de la misma manera que dichas realidades existen, exista también nuestra alma, incluso antes de que nosotros naciéramos. Pero si éstas no existen, ¿no se habría dicho en vano este razonamiento? ¿No hay una igual necesidad de que existan estas realidades y nuestras almas, antes incluso, de que nosotros naciéramos, y de que si no existen aquéllas tampoco existan éstas? — Es extraordinaria, Sócrates, la impresión que tengo —dijo Simmias— de que hay la misma necesidad. Y el razonamiento arriba a buen puerto, a saber, que nuestras almas existen antes de nacer nosotros del mismo modo que la realidad de la que acabas de hablar. Pues nada tengo por tan evidente como el que lo bello, lo bueno y todas las demás cosas de esta índole de que hace un momento hablabas tienen existencia en grado sumo; y en mi opinión, al menos, la demostración queda hecha de un modo satisfactorio. | Platón, Fedón, 76d-77a.
Aristóteles
Y puesto que se trata de un cuerpo que posee la vida, el cuerpo será el substrato o la materia, y el alma la forma de ese cuerpo natural que posee la vida en potencia. Por tanto, si hay que formular una definición general del alma, que se aplique a toda especie de alma, diremos que el alma es la entelequia primera de un cuerpo natural organizado. Así, ya no es necesario preguntarse si el alma y el cuerpo son una misma cosa, como tampoco se hace en el caso de la cera y la impronta que hay sobre ella. Si aplicamos esto a las partes de un cuerpo vivo, diríamos que si el ojo fuera un animal, la vista sería su alma. Y si el ojo es la materia de la vista, si ésta se pierde, ya no hay ojo. Igual que el ojo es la pupila a la vista, así el animal es el alma unida al cuerpo. | Aristóteles, De Anima,II, 1.
Descartes
La naturaleza me enseña también con estas sensaciones de dolor, de hambre, de sed, etc., que no estoy solamente alojado en mi cuerpo como un piloto en su navío, sino que además de esto le estoy unido muy estrechamente, y de tal modo estoy con él confundido y mezclado, que compongo con él un todo. Porque, si así no fuese, cuando mi cuerpo es herido, no sentiría por esto dolor, yo que no soy sino una cosa que piensa; sino que percibiría esta herida tan sólo por el entendimiento, como un piloto percibe por la vista si se rompe alguna cosa en su barco. | Meditaciones Metafísicas, Meditación VI, Págs. 149-150.
Hay una gran diferencia entre el espíritu y el cuerpo, en cuanto éste es, por naturaleza, siempre divisible, y el espíritu es enteramente indivisible; porque, en efecto, cuando lo considero, es decir, cuando me considero yo mismo en cuanto soy solamente una cosa que piensa, no puedo hacer en mí distinción de partes, sino que conozco y concibo muy claramente que soy una cosa absolutamente una y entera; y aunque todo el espíritu parece estar unido a todo el cuerpo, sin embargo, cuando un pie, o un brazo, o cualquier otra parte llega a ser separada de él, conozco muy bien que nada por esto ha sido detraído de mi espíritu; y las facultades de querer, de sentir, de concebir, etc., no pueden tampoco ser dichas propiamente partes suyas, porque es el mismo espíritu quien se emplea todo entero en querer y todo entero en sentir y concebir, etc.; pero todo lo contrario sucede en las cosas corporales o extensas, porque no puedo imaginar una, por pequeña que sea, que no haga fácilmente pedazos con mi pensamiento, o que mi entendimiento no divida muy fácilmente en muchas partes, y por consiguiente que no conozca ser divisible. | Descartes, Meditaciones Metafísicas, Meditación VI*, Págs. 155-156.
Marx | La alienación en el trabajo
Ciertamente que el trabajo produce maravillas para los ricos, pero solamente privaciones para el trabajador. Produce palacios, pero chozas para el obrero. Produce bellezas, pero deformidad. Sustituye el trabajo por máquinas, pero arroja a una parte de los trabajadores a un trabajo bárbaro y convierte en máquinas a la mayor parte. Produce espíritu, pero origina estupidez y cretinismo en el trabajador. | K. Marx, Manuscritos de economía y filosofía, Alianza, p. 180.
Arsuaga & Martínez | La aparición del lenguaje
«La octava gran transición tuvo lugar hace muy poco tiempo, y consistió en el paso de las sociedades de primates a las sociedades humanas, con la aparición del lenguaje articulado como un sistema único, revolucionario y potentísimo de transmisión de información. […] Aunque en el aspecto genético somos unos primates muy próximos a los chimpancés y un producto de la evolución, constituimos un tipo de organismo radicalmente diferente de todos los demás. Somos los únicos seres que se preguntan por el significado de su propia existencia». | Juan Luis Arsuaga e Ignacio Martínez: La especie elegida. Temas de Hoy.
- ¿Qué es lo que radicalmente nos une y nos separa del resto de los animales?
- ¿Por qué afirma el autor que el ser humano es el único que se puede plantear su propia existencia?
Scheler | El puesto del hombre en el cosmos
Si se pregunta a un europeo culto lo que piensa al oír la palabra hombre, casi siempre empezarán a rivalizar en su cabeza tres círculos de ideas, totalmente inconciliables entre sí. Primero, el círculo de ideas de la tradición judeocristiana: Adán y Eva, la Creación, el Paraíso, la caída. Segundo, el círculo de ideas de la Antigüedad clásica; aquí la conciencia que el hombre tiene de sí mismo se elevó por primera vez en el mundo a un concepto de su posición singular mediante la tesis de que el hombre es hombre porque posee "razón", logos, fronesis, ratio, mens, etc. [...] El tercer círculo de ideas es el círculo de las ideas forjadas por la ciencia moderna de la naturaleza y por la psicología genética y que se han hecho tradicionales también hace mucho tiempo; según estas ideas, el hombre sería un producto final y muy tardío de la evolución del planeta Tierra, un ser que sólo se distinguiría de sus precursores en el reino animal por el grado de complicación con que se combinarían en él la energía y las facultades que en sí ya existen en la naturaleza infrahumana. | Max Scheler, El puesto del hombre en el cosmos.
- ¿Qué explica el texto?
- ¿A qué se refiere con "naturaleza infrahumana"?
- ¿Crees que podríamos añadir un hito más en nuestra concepción del hombre? ¿Cuál?
Clastres | La violencia primitiva
La hipotética amistad de todos con todos contradice el deseo profundo y esencial de cada domunidad de mantener y desplegar su ser de totalidad-una. [...] La sociedad primitiva rechaza identificarse con los demás, perder lo que la constituye como tal, su propio ser y su diferencia, la capacidad de pensarse como un Nosotros autónomo. | P. Clastres, Arqueología de la violencia, p. 79.
Schopenhauer | La sociedad y los puercoespines
En un frío día de invierno un grupo de puercoespines se acercaron mucho los unos a los otros, apretujándose, con el fin de protegerse, mediante el mutuo calor, de quedar helados. Pero pronto sintieron las recíprocas púas, que los hicieron distanciarse otra vez a los unos de los otros. Mas cuando Ia urgencia de calentarse volvió a acercarlos, se repitió otra vez Ia misma calamidad, de modo que eran lanzados de acá para allá entre uno y otro mal, hasta que por fin encontraron una distancia moderada entre ellos, en la que podían mantenerse óptimamente. Así es como la necesidad de compañía, brotada de la vaciedad y monotonía de su propio interior, empuja a las personas a juntarse; pero sus muchas propiedades repulsivas y sus muchos defectos intolerables vuelven a apartarlas violentamente. La cortesía y las costumbres delicadas son la distancia media que acaban encontrando y con Ia cual puede subsistir una coexistencia entre ellas. En Inglaterra, a quien no mantiene esa distancia le gritan: Keep your distance! Es cierto que mediante ella se satisface soIo de manera incompleta la necesidad de mutuo calentamiento, pero, en compensación, no se siente el pinchazo de las púas. Ahora bien, quien tiene mucho calor interior propio prefiere permanecer alejado de Ia sociedad, para no dar molestias ni recibirlas. |Arthur Schopenhauer, Parerga y Paralipómena.