La verdad

¿Qué podemos conocer?

Comenzamos el curso hablando de preguntas. Vimos que muchas preguntas se responden de manera definitiva cuando logramos conocer de manera sólida eso que se desea saber. Son preguntas de respuesta única. Esas respuestas no son las más importantes (no tratan, por ejemplo, del sentido de la vida), pero quizás sí son las más útiles en términos prácticos. El conocimiento científico encuentra aplicaciones prácticas concretas que nos hacen la vida más fácil. La ciencia no ofrece una respuesta a la pregunta del sentido de la vida, pero sí salva vidas.

Por eso caben distintas posturas o formas de valorar el conocimiento. Depende en buena manera de nuestra modo personal de posicionarnos ante la realidad. Unas personas se comprometen más con los tipos de conocimiento que nos ayudan a encontrar aplicaciones prácticas, mientras que otras personas se sienten más interesadas por las preguntas sin respuesta, acerca de las cuales debemos construir nuestra opinión en base a intuiciones que muchas veces están basadas más en nuestra experiencia individual que en una certeza válida para todas las personas.

La teoría del conocimiento es la rama de la filosofía que se ocupa, entre otras cosas, de lo que podemos llegar a saber. El conocimiento no es algo fijo y claro. Hay distintos grados de conocimiento, y todos ellos están relacionados entre sí. Por eso nos resulta difícil determinar qué conocimiento es realmente fiable. Generalmente damos el nombre de 'verdad' a esos conocimientos que damos por ciertos. Pero, según el grado o tipo de certeza que queramos considerar, tendremos diversos tipos de verdad. Las verdades matemáticas y científicas parecen ser las más fiables... ¿pero son las más importantes?

¿Qué podemos conocer? La pregunta del conocimiento se presenta vinculada a numerosas tradiciones y disciplinas que, desde los albores de la humanidad, han propuesto diversas formas de entender la verdad y de definir el ámbito de lo conocible.

La verdad... ¿Qué es? ¿Existe realmente?

«¿Qué es la verdad?» Poncio Pilatos [ Juan 18:38 ]

Una de las preguntas filosóficas más importantes, que casi todos los filósofos se han planteado y han tratado de responder es: ¿qué es la verdad? Veremos cinco maneras diferentes de definir la verdad. Muchas de ellas están relacionadas, pero ponen de manifiesto dimensiones diferentes de lo que podemos entender como verdad.

Término Idioma Significado
Aletheia Griego Desocultamiento
Veritas Latín Lo exacto, riguroso en el decir
Emunah Hebreo Seguridad o confianza. Fidelidad

Todos tenemos una idea acerca de la verdad. Entendemos de manera intuitiva si algo es verdadero o no en función de la existencia de unos hechos que lo prueban o desmienten. Sin embargo, hay algunas otras maneras de entender la verdad que también es conveniente conocer. Pero… ¿existe la verdad?

La verdad no existe. Esta es una postura extrema. Se considera típica de una corriente denominada escepticismo que surgión en Grecia en los siglos IV-III a.C.

Los escépticos consideraban que la razón humana no puede alcanzar la verdad y que debemos suspender el juicio, es decir, no opinar, abstenernos de dar las cosas por ciertas. Una de las formulaciones clásicas fue dada algo antes por un sofista, Gorgias, que opinaba lo siguiente: (1) Nada existe, porque todo cambia y las cosas que cambian son algo y no son algo al mismo tiempo, lo cual es una contradicción. (2) Si algo existiese no podría ser conocido, pues nuestra mente no puede llegar a saber cómo es realmente. (3) Si algo pudiese ser conocido no podría ser expresado. El lenguaje es incapaz de describir las cosas que pueden ser consideradas verdad. Este tipo de posturas es bastante radical, pero suelen caer en una paradoja: «la verdad no existe» parece ser una afirmación que quienes la defienden esperan que sea, verdadera.

La verdad es relativa. El relativismo nos viene a decir que la verdad depende del punto de vista, del ‘cristal’ a través del cual se mira. Una afirmación de otro sofista (Protágoras) nos sirve para ilustrarlo: «El ser humano es la medida de todas las cosas». En esta frase, ‘ser humano’ puede entenderse de tres maneras, que determinan tres tipos de relativismo:

  1. Relativismo individualista o subjetivismo, cuando por ser humano entendemos cada individuo, con su propio punto de vista sobre cualquier asunto.
  2. Relativismo social o cultural, cuando por ser humano entendemos a los miembros de una determinada sociedad o cultura en un momento histórico concreto.
  3. Relativismo biológico, según en cual cada especie de seres vivos tiene una visión particular de la realidad. ¿La verdad de una especie alienígena más inteligente que la humana sería igual que nuestra verdad?

Hay verdad y podemos conocerla. Esta es la visión más optimista. De alguna forma es la postura cotidiana que seguimos en el día a día, por eso tiene unas ventajas prácticas indudables, pues nos permite asumir como verdaderas las cosas que nos son útiles, sin cuestionarlas. Eso nos puede llevar al error de caer irreflexivamente en el saber vulgar y el dogmatismo. También la ciencia se mueve dentro de este tipo de verdad, defendiendo que la aplicación de un método científico riguroso sería suficiente para dar una conclusión por verdadera.

Verdad y esperanza. Las distintas concepciones de la verdad se pueden relacionar con ciertas aspiraciones vitales del ser humano. Junto con cada una de las teorías sobre la verdad exploraremos el tipo de deseos o esperanzas que están detrás de cada una de ellas.

Criterios de verdad. Si la verdad existe es porque podemos establecer una serie de criterios básicos que nos permiten llegar a la misma, explicarla y defenderla ante los demás. Sin embargo no todos esos criterios poseen el mismo tipo de objetividad:

Criterio Explicación
Autoridad Cuando nos fiamos de alguien que suponemos que sabe lo que afirma
Tradición Cuando consideramos que son verdaderas cosas que de siempre se han considerado verdaderas
Evidencia empírica Cuando una afirmación se corresponde con lo que percibimos.
Evidencia racional Cuando se deriva de operaciones mentales lógicas: (a) intuición: cuando intuimos con mucha claridad que algo no puede ser menos que cierto (p.ej. «pienso, luego existo») y (b) deducción (cuando realizamos inferencias a partir de las verdades que intuimos.
Correspondencia La adecuación entre el intelecto y la cosa. Si nos fojamos, los criterios de evidencia empírica y racional encajan dentro de esta definición y pueden ser considerados como subtipos del criterio de correspondencia.
Coherencia Cuando una proposición no entra en contradicción con otras.
Utilidad Cuando algo nos sirve para algo.
Consenso La verdad según este criterio surge como consecuencia de un acuerdo entre personas. A ese acuerdo puede llegarse a través del diálogo en el que los participantes acaban estando todos de acuerdo, pero a veces es un consenso sin reflexión. Así, los criterios de autoridad y tradición de alguna forma son casos particulares del criterio de consenso.

Estos criterios no son infalibles. Nuestros sentidos a veces nos engañan. El consenso que surge a veces no está fundamentado más que en prejuicios. Como unos criterios son más fiables que otros aparecen distintos tipos de verdad cuyas peculiaridades deberemos entender.

Los criterios de verdad se corresponden en gran medida con los tipos de verdad que veremos en los siguientes puntos. Para hacer más simple y sencillo el contenido del libro debéis tener en cuenta lo siguiente:

  • Los criterios de autoridad y tradición pueden ser considerados como una forma poco rigurosa del criterio de consenso.
  • Los criterios de evidencia empírica y racional son los dos posibles modos de la verdad como correspondencia. En ellos la adecuación entre el entendimiento y el mundo viene dada gracias a la evidencia que nos proporcionan los sentidos y la razón, respectivamente.
  • La coherencia en el fondo no es más que otra manera de expresar cierto tiepo de evidencias racionales.

Verdad ontológica

Es una concepción particular de las cosas que considera que las cosas que existen son ‘verdaderas’: «Todas las cosas, en cuanto existen, son verdaderas», afirma Ramon Llull (Proverbis de Ramon, Libro Segundo, CXI, 20). No hace falta saber nada, ni afirmar nada, para decir que una cosa es verdadera. Se trata de una concepción extrema de la verdad que en el fondo esconde la presuposición que si algo existe es porque tiene una serie de características constantes sobre las que, llegado el caso de conocerlas, siempre se podría expresar algo verdadero.

Consideramos que se trata de una versión extrema porque lo habitual es que consideremos que solo las proposiciones pueden ser verdaderas o falsas.

¿Podemos decir que algo existe si no es percibido?

Verdad como correspondencia

La verdad como correspondencia se suele definir como la adecuación entre el intelecto y la cosa. Es una teoría que procede de Aristóteles y afirma casi lo mismo que dice el sentido común: si alguien dice «hace sol» y se puede comprobar que tal afirmación se corresponde con la realidad, entonces tal enunciado es verdadero, porque hay coincidencia entre lo que afirma y lo que de hecho ocurre. Esta teoría se puede resumir así:

  • La verdad es una propiedad o característica que poseen algunos enunciados.
  • Esa propiedad consiste en que el enunciado es una especie de reflejo de la realidad en el pensamiento. Por eso se considera que la cosa tiene la primacía del acto de conocer: es nuestro conocimiento el que debe adaptarse a la misma (Kant cuestionó que esto fuese así: las cosas se adaptan a las condiciones de nuestras facultades y, por tanto, nunca logramos conocer cómo son las cosas en realidad) .
  • La correspondencia se puede entender también como adecuación entre el enunciado y la realidad.

Un enunciado se puede entender también como un juicio o pensamiento que no se formula en voz alta.

Como resulta evidente, se pueden decir o pensar enunciados falsos, es decir, que no se adecuen o correspondan a la realidad.

La esperanza de conocer. Detrás de la noción de la verdad como correspondencia está nuestro deseo de conocer, es decir, de tener una idea clara y fiable del mundo que nos rodea. Es la esperanza de sentirnos ubicados en un entorno que nos resulta conocido y familiar.

Nota: La definición de verdad lógica en el libro se corresponde mejor con lo que suele entenderse como verdad como correspondencia. La verdad lógica es el caso particular de la verdad como correspondencia en la que no usamos un criterio empírico, sino uno lógico para asegurar la verdad de una proposición. Una verdad lógica es una proposición que es verdadera bajo todas las interpretaciones de los componentes de dicha proposición. Las tautologías son casos más representativos de verdades lógicas (lo veremos en el tema siguiente)

Verdad como utilidad

A finales del siglo XIX, un filósofo estadounidense llamado William James propuso una nueva definición de la verdad: un enunciado es verdadero cuando es eficaz y útil para resolver problemas o satisfacer necesidades. James es uno de los principales representantes del pragmatismo, una corriente filosófica que concede la mayor importancia al valor práctico de los conocimientos.

Para los pragmatistas, la verdad de un enunciado se muestra en la práctica. Si alguien dice «cruzar la calle con el semáforo en verde evita que te atropellen», manifiesta su convencimiento de que realizar esa acción (cruzar la calle con el semáforo en verde) es útil para no ser atropellado. Si usamos un cuchillo gastado para cortar mantequilla podemos considerar verdadero que ese cuchillo 'corta bien'.

Los enunciados verdaderos son, ante todo, creencias útiles para las personas. Así, quienes tengan creencias distintas considerarán como verdaderos enunciados diferentes, y hasta contrarios. Cuando hacemos coincidir la verdad con la utilidad debemos preguntarnos: ¿utilidad para quién? Esta es una seria dificultad que presenta esta forma de comprender la verdad: lo que es útil y, por tanto, verdadero para unos puede ser inútil y falso para otros.

La esperanza de controlar. Detrás de la noción de la verdad como utilidad está nuestro deseo de controlar y manejar el mundo a nuestro voluntad. El interés fundamental no es tanto el de conocer, lo que nos mueve o motiva es ser capaces de actuar, de controlar la realidad para satisfacer nuestras necesidades y aspiraciones vitales, es decir, para sobrevivir y disfrutar de cierto bienestar.

Verdad como consenso

En el último tercio del siglo XX, los filósofos alemanes Habermas y Apel defendieron que la búsqueda de la verdad es una tarea cooperativa. El mejor procedimiento para alcanzar la verdad es participar en un diálogo argumentativo en el que todos los interlocutores se respeten y estén dispuestos a justificar sus afirmaciones con argumentos y pruebas. También deben estar dispuestos a dejarse convencer por otros argumentos si éstos resultan ser mejores. De esta manera la verdad se entiende como el acuerdo o consenso al que se llega tras un proceso de argumentación dialogada. Vista de este modo la verdad, se mantiene siempre la posibilidad de mejorarla y perfeccionarla en el futuro.

Pero hay otra forma de producirse el consenso. A veces lo que se asume como verdad son las opiniones de la mayoría. En este caso ya no se trata de un proceso de diálogo en el que cada persona expone su opinión razonada, sino del resultado de la presión social que nos empuja a asumir acríticamente lo que las personas a nuestro alrededor piensan.

La esperanza de pertenencia y colaboración. Detrás de la noción de la verdad como consenso está nuestro deseo de pertenecer a un grupo social en el que compartimos valores y creencias con otras personas, así como el deseo de colaborar con otros a la hora de perseguir fines comunes.

Verdad como perspectiva

Cuando dos personas llevan un tiempo discutiendo sobre un asunto y se dan cuenta de que están en desacuerdo, es posible que asuman que tienen perspectivas diferentes sobre esa cuestión. Con ello no presuponen que lo que dice el otro sea falso, sino que abordando ese asunto de manera diferente. Una perspectiva es un diferente punto de vista sobre un tema. Esta es la afirmación fundamental del perspectivismo del filósofo español del siglo XX José Ortega y Gasset.

El perspectivismo sostiene que cada persona y generación tienen su propia visión de la realidad, debido a la situación histórica, cultura, educación recibida, lengua materna, intereses y preferencias, entre otros muchos factores. Cada persona o cada época histórica mira la realidad desde una cara, es decir, percibe una de sus perspectivas.

En un modo general, la perspectiva de una persona es todo lo que conoce, todo lo que le ocurre, el conjunto de sus experiencias. Nuestra perspectiva es lo que expresa o simboliza el lugar único que cada persona ocupa en el mundo. Así, la verdad absoluta sería la conjunción de todas las perspectivas posibles, individuales e históricas, por lo que, según esta teoría, no se puede alcanzar por un solo individuo o generación sino que acontece históricamente. ​ La esperanza de totalidad. El ser humano no solo desea controlar la realidad. La vida no es solo una sucesión de problemas prácticos. Además de lo útil y lo nos integra dentro de un grupo social nos gusta pensar que nuestra vida es algo que tiene sentido como un todo. Nuestra perspectiva es nuestra posición en el universo. Es la posición desde la que se relaciona los múltiples seres y acontecimientos que confluyen en nosotros en el transcurso de nuestra vida. Ortega y Gasset lo describe con un texto en el que reflexiona sobre la sierra de Guadarrama vista desde Segovia y Madrid:

«¿Tendría sentido que disputásemos los dos sobre cuál de ambas visiones es la verdadera? Ambas lo son ciertamente, y ciertamente por ser distintas. Si la sierra materna fuera una ficción o una abstracción o una alucinación, podrían coincidir la pupila del espectador segoviano y la mía. Pero la realidad no puede ser mirada sino desde el punto de vista que cada cual ocupa, fatalmente, en el universo. Aquella y este son correlativos, y como no se puede inventar la realidad, tampoco puede fingirse el punto de vista.» [J. Ortega y Gasset, «Verdad y perspectiva», El espectador]

Verdad y sentido

Tenemos una perspectiva, pero dentro de la misma unas cosas nos importan más que otras. No solo queremos tener una visión completa de todo lo que sentimos y nos ocurre, sino organizar todo ello en función de lo que creemos que representa lo más propio de nosotros mismos. Está relacionado con el concepto de autenticidad, pudiendo entenderse la vida auténtica como eso que más sentimos en cada momento como real y verdadero en nosotros mismos.

La esperanza de plenitud vital. La idea de la verdad como sentido nos remite a nuestros deseos de autorrealización. Tenemos una perspectiva, pero dentro de la misma hay ciertos aspectos que nos parecen más relevantes, que tienen más capacidad para relacionar y dar coherencia a nuestras múltiples experiencias.

Dos tradiciones filosóficas: racionalismo y empirismo

Dentro de la verdad como correspondencia hemos señalado que hay dos criterios de verdad. ¿Cuál de ellos consideramos más fiable? ¿La razón o los sentidos? No es fácil encontrar una respuesta definitiva, de hecho, se trata de una cuestión que dividió en dos la filosofía moderna:

  1. Por un lado tenemos el racionalismo, que consideraba que las verdades fundamentales son esas cuya fuerza no depende de lo que percibimos.
  2. Por otro lado está el empirismo, que justo considera lo contrario, que no hay otra base del conocimiento que no sea la información que nos proporcionan los sentidos.

La teoría del conocimiento de Descartes

Descartes es el principal representante del racionalismo. Aunque su filosofía aún guarda claras resonancias medievales, se le considera el iniciador de la filosofía moderna. La búsqueda de un conocimiento seguro es su meta principal. Para ello cree que debe dudar de todo, pero su duda es metódica, tiene por finalidad conducirnos hacia algo de lo que no podamos dudar, más que instalarnos en el escepticismo. Debemos dudar de todo, incluida la existencia del mundo, porque los sentidos nos engañan con frecuencia, porque también es difícil distinguir la vigilia del sueño y porque, además, nada nos dice que no pueda existir un ‘genio maligno’ que nos haga equivocarnos hasta en las cuestiones matemáticas que vemos más claras. Pero hay algo de lo que Descartes considera que no podemos dudar: nuestra propia existencia.

Motivo de Duda Descripción
Duda de los sentidos Los sentidos pueden engañarnos, especialmente en condiciones adversas o límites.
Duda de la vigilia y el sueño Es difícil distinguir entre estar despierto y soñar, ya que los sueños pueden parecer reales.
Duda del genio maligno Suposición de que un ser poderoso podría estar engañándonos constantemente.
Duda sobre la razón y las matemáticas Incluso las verdades aparentemente evidentes, como las matemáticas, podrían ser falsas si estamos siendo engañados.

Si dudamos es que pensamos, y si pensamos es evidente que existimos («pienso, por lo tanto existo» es su famoso lema, similar al si fallor sum, de Agustín de Hipona). Esa es la primera verdad cierta y segura. Pero el proceso de llegar a otras verdades requiere un método en el que la certeza y la evidencia es solo la primera regla. El resto de reglas nos dicen que debemos dividir cada problema en cuantas partes nos sea posible, proceder desde lo más simple a lo más complejo y hacer enumeraciones que nos aseguren que no omitimos nada. Se trata de un método con claro paralelismo con el matemático, que Descartes considera como modelo del conocimiento. Pero estas cuatro reglas poco pueden hacer si únicamente tenemos una certeza (el que existimos). El esfuerzo de Descartes para reconstruir todo el edificio del conocimiento pasa por un proceso de reflexión. Entre todas las cosas que pensamos y sentimos hay algunas que le resultan peculiares: ideas como las de Dios o infinito. Descartes considera que no pueden ser ideas adventicias al no tener experiencia de Dios, por ejemplo. Tampoco pueden ser ideas facticias, pues no podemos construirlas, y llega a la conclusión de que tienen que ser innatas, una causa proporcional las debe haber puesto en nuestra mente. Ahí —y con otras pruebas— considera probado que Dios existe y al asumir que es bueno considera que es un motivo que nos asegura que el mundo existe. Ahí ya tiene descartes las tres sustancias (pensante, extensa e infinita) que componen la realidad. Siguiendo las reglas de su método ya puede iniciar con seguridad el sistema de las ciencias. Un sistema en el que pasaremos de disciplinas básicas, del conocimiento del mundo y del ser humano a elaborar una ética definitiva (en contraposición a la provisional que propone) que, a causa de su muerte, nunca llegó a completar.

Tipo de Idea Descripción
Adventicias Ideas que parecen provenir del mundo exterior, a través de los sentidos. Ejemplo: la percepción de un árbol.
Facticias Ideas creadas por nuestra imaginación, combinando o modificando otras ideas. Ejemplo: un unicornio.
Innatas Ideas que existen en nuestra mente desde el nacimiento y no provienen de la experiencia. Ejemplo: la idea de Dios.

Recapitulemos: Descartes encuentra una primera verdad: "pienso, luego existo", pero con ella queda encerrado en una postura solipsista de la que solo puede salir diciendo que Dios existe porque es la única manera de explicar que tengamos la idea de Dios en nuestra mente. Como seres finitos que somos no es una idea que hayamos podido descubrir o construir con nuestra mente. A partir de ahí, y al considerarlo bueno, llega a la conclusión de que no puede engañarnos de modo sistemático. Nuestro conocimiento es fiable, los sentidos nos permiten conocer el mundo de manera adecuada.

El escepticismo de Hume

Frente al racionalismo de Descartes, el empirismo de Hume prescinde de las ideas innatas. Considera que la experiencia sensible es el principio de todo conocimiento, y coincide con Locke (otro empirista) al considerar que nuestra mente está en blanco cuando nacemos. Pero Hume es más escéptico. Para él las matemáticas son relaciones de ideas, un conocimiento analítico 1 y universal, pero que no nos dice nada sobre el mundo, es decir, que no amplía nuestro conocimiento de la realidad. Por otro lado está el conocimiento de hechos, que parte de nuestras impresiones empíricas (lo que percibimos), a partir de las cuales surgen las ideas simples y las complejas. Las primeras son una copia o recuerdo atenuado de las impresiones, mientras que las segundas son el resultado de ciertas 'leyes' de asociación (semejanza, contigüidad espacial o temporal). Hume subraya que entre esas formas de asociación de impresiones no podemos considerar la relación de causalidad. Percibimos algo que ocurre antes y algo que ocurre después, pero aunque esa secuencia se repita innumerables veces nunca percibimos la conexión necesaria que une eso que consideramos causa con lo que consideramos efecto. Por tanto el conocimiento se convierte en una mera cuestión de hábito, de probabilidad. Hume también realizará una crítica similar de las tres sustancias cartesianas (mundo, yo y Dios), cuyo fundamento considera dudoso al no sostenerse sobre ninguna impresión empírica que justifique su validez como ideas. Ahora bien, pese a su escepticismo Hume acepta que las creencias en principios como el de causalidad o en sustancias como el propio yo son útiles y están justificadas puesto que nos simplifican mucho las cosas en el día a día.

El criticismo de Kant

Kant intentó resolver la oposición entre racionalismo y empirismo mediante una propuesta que se conoce como 'criticismo'. Kant supone que la razón puede hacer una crítica de sí misma, es decir, conocer y delimitar su capacidad de conocer. Justificará la posibilidad de las ciencias a la par que señala los límites del conocimiento.

Para Kant todo conocimiento depende de los sentidos, pero lo fundamental ya no se encuentra en el contenido de nuestras sensaciones. De hecho, las sensaciones por sí mismas no constituirían mucho más que un caos de impresiones inmanejable si la mente no loas ordenase.

No percibimos los objetos directamente, sino que antes de conocerlos nuestra mente ordena o estructura las impresiones según su modo particular de conocer. Ni los datos sensibles ni la razón son suficientes para fundamentar el acto de conocer. Son necesarios ambos y, además, Kant otorga un papel más importante al sujeto, que ya no tiene un rol pasivo recibiendo una imagen objetiva de las cosas a través de los sentidos, sino que organiza las sensaciones desde el primer instante del conocimiento. Esto es lo que se conoce como 'giro copernicano' de la teoría del conocimiento.

Frente a Hume, que era escéptico y que solo creía en la posibilidad de un conocimiento probabilístico de la realidad, Kant considera que es posible la ciencia, pero no basada en los contenidos empíricos de nuestra sensibilidad, sino en el modo común según el cual organizamos los seres humanos dichos datos empíricos. La ciencia es posible (en particular la física y las matemáticas) porque siempre organizamos del mismo modo las sensaciones, no porque conozcamos cómo es la realidad misma.

De hecho, la teoría de Kant implica que nunca podemos conocer cómo son las cosas en sí mismas, solamente podemos conocer cómo se nos presentan a partir de esa estructuración que nosotros hacemos.

Dogmatismo, relativismo y escepticismo

En función de lo anterior tenemos tres posiciones vitales en relación con el conocimiento:

  1. Dogmatismo. En términos generales un dogmático es una persona que solo contempla como verdadera su visión de la realidad, solo acepta como verdaderas sus opiniones y la forma de vida que de ellas se deriva. Kant denominaba dogmáticos a los filósofos racionalistas que consideraban que es posible un conocimiento cierto, verdadero y sin error al margen de la experiencia sensible.
  2. Relativismo. El relativismo niega la existencia de verdades absolutas, que todas o la mayoría de las verdades (o, al menos, las más importantes) son relativas, tal como señalamos arriba. El relativismo existe desde hace siglos, pero se asocia con frecuenca a posturas postmodernas, que consideran que la razón humana es una facultad parcial, que está lejos de poder darnos una visión objetiva de un mundo que dista mucho de estar constituido solamente por hechos concretos. Los postmodernos entienden la razón (especialmente en su versión ilustrada) como un instrumento cargado de ideología, en muchos casos totalizadora, que no debe imponerse a las personas o grupos sociales cuya visión del mundo esté definida por otros valores que no encajen o sean compatibles con la misma.
  3. Escepticismo. El escepticismo considera que no hay verdades o que, si las hay, no es posible conocerlas.

Exceso de información y postverdad

En ocasiones se habla de la 'sociedad del conocimiento', pero pese a los evidentes avances que se producen en el campo de las diversas ciencias, nuestro mundo dista mucho de estar marcado por ningún tipo de verdades objetivas.

Uno de los fenómenos más relevantes que se derivan del uso masivo de tecnologías digitales es lo que se conoce como 'exceso de información''. Tenemos más información de la que podemos procesar. Somos capaces de acceder a grandes capacidades de datos, pero no estamos preparados para poner en orden tal cantidad de información. En ocasiones la cantidad de información disponible sobre un tema es tal que parece que nunca acabamos de encontrar toda la que necesitamos para elaborar nuestra opinión sobre ello.

Por otro lado, lo que hace el ser humano, siempre es elaborar discursos o narraciones con una cantidad limitada de datos. Como nunca podemos procesar toda la información, más que la exhaustividad o la veracidad de nuestros relatos, lo que nos importa es que resultan llamativos o coherentes. Esto es lo que da lugar a un fenómeno que se conoce como 'postverdad'. Se trata de ideas y versiones de determinados hechos relevantes que se sostienen en un ambiente de exceso de información cuando la gente prefiere (de manera inconsciente muchas veces) una versión simplificada de la realidad, antes que comprobar la veracidad de las afirmaciones que sostienen esas interpretaciones.

La postverdad no es simple manipulación. No surge siempre de un acto de propaganda intencionada. La postverdad incluye rumores que surgen en redes sociales, versiones de la realidad que la propia gente contribuye activamente a elaborar. Lo fundamental ya no es tanto que estemos en lo correcto o no, sino compartir una visión de la realidad con un grupo de personas.

Si no se trata de verdad como correspondencia... ¿en qué tipo de verdad podemos clasificar la postverdad?

Bibliografía

Llull, R. (1978) Proverbis de Ramón. Editora Nacional. Horkheimer, M. y Adorno Th. (1946) Dialéctica de la ilustración. Trotta.

Notas


  1. El conocimiento analítico es aquel donde el predicado está contenido en el sujeto (“Un triángulo tiene tres lados”), es necesario, a priori y no aporta información nueva. El conocimiento sintético añade información al sujeto (“El agua hierve a 100°C”), puede ser a posteriori (basado en la experiencia) o a priori (como en matemáticas) y amplía el conocimiento. Kant destaca los juicios sintéticos a priori, que combinan necesidad y ampliación del conocimiento, fundamentales en ciencias y matemáticas.