Cuaderno E.R.
Lee el siguiente texto. Identifica sus puntos fuertes y, sobre todo, sus puntos débiles. ¿En qué estás de acuerdo y en qué no? ¿Sabrías elaborar un texto similar?
12.09.24 | Sobre la filosofía
Es habitual pensar que la filosofía es solo pensamiento. Y nos cuesta pensar, el cerebro consume mucho azúcar, y parece que el ser humano no está programado para realizar ese gasto energético de manera constante.
Además, hay algo en el pensar que parece que interrumpe o detiene la vida. «Piensa antes de actuar», suele decirse, dando la impresión de que todos nuestros actos relevantes deben producirse tras un prudente ejercicio de reflexión en una zona limítrofe de la realidad. Fuera del mundo. Casi fuera de la vida. Consultar algo con la almohada quiere decir precisamente eso: hay temas complejos que no pueden ser tratados desde el fluir de la vida, necesitan la interrupción de la noche, desde la supresión de los estímulos, desde un espacio puro en el que el pensamiento parece que se produce de forma pura.
Pero esto no es real. Vivimos mientras pensamos y pensamos mientras vivimos. Es cierto que la tranquilidad y la soledad nos proporcionan un espacio propio en el que podemos más fácilmente descubrir y constituir nuestra individualidad, desde el reclamar la soberanía propia que queremos reclamar para nuestra vida, pero con frecuencia el pensamiento lúcido o eficaz no surge en los grandes descampados oscuros de la noche, sino a pleno día, en el bullicio de la urbe, a través del diálogo, en el nosotros y en el tú a tú.
La filosofía está en todos esos lugares. No podemos decir que esté solo en los libros que requieren un esfuerzo de concentración supremo y sucesivas relecturas. Pero tampoco está solamente en los bares. Podríamos decir que la filosofía en una de las líneas que podemos trazar entre ambas zonas. Una especie de hilo de Ariadna que nos permite encontrar el camino acertado entre los dominios de nuestra soledad y los espacios de la vida pública. Por suerte ese hilo es frágil y se rompe con facilidad. Esa fragilidad hace que la vida sea un constante rehacerse, reconstituirse y, por qué no, un constante renacer.
En esa tarea, la de pensar y vivir al mismo tiempo para encontrar siempre el buen camino entre el yo, el nosotros y el mundo, la filosofía no está sola. El arte, la religión, la ciencia... No vamos a entrar a analizar las formas en las que estas actividades o disciplinas humanas se oponen o se complementan. Son múltiples las formas de reflexionar sobre los desencuentros y desencuentros que se producen entre ellas.
Pensemos solamente, de manera libre, en el modo en que esa unión de pensamiento y acción se produce en ellas. Debemos hacerlo además sabiendo que esa mezcla debe ponerse por escrito. Pensamos y sentimos al mismo tiempo que actuamos. Hablamos siempre improvisando de alguna manera, incluso cuando hemos preparado bien nuestras palabras. Esperamos además, que esa voz propia se manifieste de alguna manera en la escritura. Que el acto de escribir no sea una tarea alienante. Si queremos que nuestra escritura nos resulte significativa tiene que manifestar todo lo que sentimos que somos o todo lo que queremos ser. Pero queremos también que sea comprensible. Compartible.
Por eso tendemos al orden y al desorden al mismo tiempo. En filosofía, en ocasiones, pasa algo similar a lo que ocurre en literatura. El orden y el desorden se solapan, resulta fácil separarlos, distinguirlos. El poeta debe escribir sin poner en orden nada. Solo así puede manifestar la totalidad de lo que es en ese momento y la totalidad de lo que puede ser. Es una tarea imposible, pero gracias a ella la poesía es una forma de presencia y, también si ampliamos un poco nuestra forma de entenderla, de salvación. Con la filosofía puede ocurrir algo similar. Los filósofos sentimos la necesidad de poner todo en ella. Queremos expresar esa esencia que somos, de modo que quien nos lea pueda percibir en nuestras palabras escritas también la sensación de cercanía y presencia que posee nuestra voz. Pero al mismo tiempo queremos que esa presencia se constituya a través de lo que para nosotros es esencial, eso que precisamente podríamos desear conservar más allá de la muerte. Aquí es donde un arte como la poesía o una disciplina como la filosofía ocupan el lugar que habitualmente ocupaba en exclusiva la religión. Así es como los aspectos religiosos dejan de estar limitados a los dogmas de una determinada creencia y pasan a impregnar todos y cada uno de nuestros actos vitales de una manera que solo nosotros controlamos o decidimos, que nos es enteramente propia, pero también compartible.
15.09.24 | Filosofía e infancia
La filosofía es una disciplina basada en el asombro, racional e irracional al mismo tiempo, interesada en la creación de conceptos pero también una disciplina cuya actitud crítica hace rebelarse contra las normas y destruir dogmas. Hay algo en la filosofía que nos recuerda a las primeras épocas de la vida.
Curiosidad
«Todos los hombres por naturaleza desean saber. Prueba de ello es que nos gustan las sensaciones, las cuales disfrutamos al margen de su utilidad, destacándose entre ellas las sensaciones visuales» [Aristóteles, Met. I.I.24]
Desde antiguo los filósofos son conscientes de que uno de los aspectos básicos del ser humano es la curiosidad y el deseo de saber. Aristóteles comienza su Metafísica subrayando ese aspecto del ser humano. Para Aristóteles, el conocimiento del mundo nos lleva además desde el conocimiento de las cosas más cercanas (objetos, animales, plantas) al conocimiento de lo más perfecto (el universo, Dios). De esa manera su ideal de vida será una vida teorética o contemplativa [ βίος θεωρητικός ] en la que el ser humano llega a conocer la esencia última de las cosas.
Pero la curiosidad, para los filósofos, no se queda en el plano teórico o del conocimiento. En el ámbito de la filosofía práctica la forma de curiosidad más común es esa que pone en tela de juicio los supuestos que determinan nuestro comportamiento a nivel individual o social. ¿Podemos cambiar nuestra vida? ¿Cómo podría ser nuestra vida si nosotros o el mundo fuese diferente?
Juego. En Homo ludens, J. Huizinga considera que la imagen que nos transmiten las concepciones del «homo sapiens» y el «homo faber» tienen una carga simbólica poco acertada. Para Huizinga el juego es una función humana tan esencial como la reflexión o el trabajo. La génesis y el desarrollo de la cultura poseen en sí mismas un carácter lúdico. El estudio del juego como fenómeno cultural, y no como una función biológica [...], concebido más desde los supuestos del pensamiento científico-cultural que a partir de las interpretaciones psicológicas y los conceptos y explicaciones etnológicas.
Convertir el juego en realidad vs. convertir la realidad en juego.
Infancia. Juego y curiosidad son dos aspectos que definen de manera peculiar nuestra experiencia del mundo en la infancia. Prácticamente todos tenemos un recuerdo de esa forma especial de asomarnos al mundo. ¿Por qué perdemos esa manera de ser?
Generalmente se piensa que al convertirse en adulto el ser humano debe asumir una postura realista para ser capaz de desenvolverse de manera autónoma en el mundo. Sin embargo hay filósofos que piensan que la exigencia del realismo no es natural, sino que nos viene impuesta por las circunstancias históricas o económicas que nos ha tocado vivir.
El mundo nos quita la vida. En 1933 Walter Benjamin señaló la 'pobreza de la experiencia' que acarrea la vida moderna. Es como si la civilización nos desposeyera de nuestras fuerzas vitales más íntimas. Giorgio Agamben nos dice que: «El hombre moderno vuelve a la noche a su casa extenuado por un fárrago de acontecimientos —divertidos o tediosos, insólitos o comunes, atroces o placenteros— sin que ninguno de ellos se haya convertido en experiencia.» [Infancia e historia, p.8].
¿A qué llamamos experiencia? Se trata de esas cosas que nos pasan y que nos hacen sentir vivos. Se trata de vivir la vida cotidiana cargada de ese sentido especial con el que se presenta en la infancia. Agamben pone un ejemplo: cuando hacemos una foto en vacaciones dejamos de vivir algo para construir la imagen de una experiencia más que para vivir cada momento.
10.10.24 | El desencantamiento del mundo
¿De dónde viene esta situación? Esta visión del mundo coincide en gran medida con el análisis de Max Weber, uno de los sociólogos más importantes de los inicios del siglo XX. En el origen de la humanidad el ser humano viven en un mundo en el que la realidad presentaba un aspecto misterioso y sagrado. Cuando nuestro conocimiento del mundo guía nuestro sentido de la utilidad hacia la resolución de problemas comenzamos a pensar en la naturaleza como una fuente de recursos (materias primas, experiencias) que están destinados al consumo. Lo sagrado no tiene ningún lugar en nuestra experiencia del mundo define como el resultado de un proceso de desencantamiento del mundo [Entzauberung der Welt]:
«La intelectualización y racionalización crecientes no significan, pues, un creciente conocimiento general de las condiciones generales de nuestra vida. [...] significan que se sabe o se cree que en cualquier momento en que se quiera se puede llegar a saber que, por tanto, no existen en torno a nuestra vida poderes ocultos o imprevisibles, sino que todo puede ser dominado mediante el cálculo y la previsión. Pero esto significa el desencantamiento del mundo. A la inversa del salvaje, aún creyente en la existencia de esos poderes, nosotros no tenemos que valernos de medios que obren efectos mágicos para controlar a los espíritus. O incitarlos a la piedad. Esto es algo que se puede lograr por medio de la técnica y la previsión.» [PC]
Piensa: ¿Puede decirse que cuando visitamos un paisaje estamos realizando un acto de consumo?
Convertir el mundo en un objeto. Crear nuestro mundo y pasar a vivir en mundos artificiales... ¿Ese es el destino al que nos lleva de manera inevitable la razón? ¿Es la única forma de razón posible es esa por la que intentamos ganar poder sobre la naturaleza y los seres humanos que nos rodean? Frente a estas preguntas los pensadores de la Escuela de Frankfurt (Adorno, Horkheimer, Habermas) consideran que se puede distinguir una forma de racionalidad instrumental, que nos hace cosificar todo en la búsqueda de nuestro beneficio, que no es la única y que además debería subordinarse a otras formas de racionalidad (crítica, comunicativa). Veremos más detalles durante el curso.
Regreso al origen. Frente a la pérdida de la infancia hay quien defiende cierto retorno a nuestros orígenes. Hay quien señala la posibilidad de volver a encontrar la intensidad de nuestra primera mirada sobre el mundo. Hay quien cree que eso que éramos cuando aún no estabamos tan influidos por nuestra sociedad es algo que nos define de un modo muy especial...
¿Crees que es cierto? ¿Crees que es posible?
Esa actitud en muchas ocasiones a hecho que el ser humano se rebele contra el resultado del proceso de socialización y contra algunos de sus pilares fundamentales, como el sistema educativo:
¡Ojalá no hubiera ido nunca a vuestras escuelas! La ciencia, a la que perseguí a través de las sombras, de la que esperaba, con la insensatez de la juventud la confirmación de mis alegrías más puras, es la que me ha estropeado todo. En vuestras escuelas es donde me volví tan razonable, donde aprendí a diferenciarme de manera fundamental de lo que me rodea; ahora estoy aislado entre la hermosura del mundo, he sido expulsado del jardín de la naturaleza, donde crecía y florecía, y me agosto al sol del mediodía. [Hölderlin, Hiperión, p.26]
Hölderlin añade la que es una de sus frases más recordadas: «El hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando reflexiona». ¿Crees que es cierto? ¿Podemos tomar eso como una crítica a la filosofía?
20.09.24 | No tener ideas
Hay una concepción curiosa de la filosofía. Frecuentemente consideramos que las personas más sabias son necesariamente aquellas que piensan mucho. En exceso, incluso. Sin embargo los filósofos en ocasiones han sido estrictamente fieles a su nombre, y se han considerado 'amantes de la sabiduría' más que 'sabios'. Hay quien dice que eso era lo que consideraba Platón cuando hablaba de filosofía, que estaba interesado en sabios cuya actividad no era tanto tener conocimientos, sino un modelo de sabiduría ancestral. François Jullien recoge un poco esta idea cuando dice que "un sabio no tiene ideas":
«Que «no tiene ideas» significa que se guarda de anteponer una idea respecto a las demás, en detrimento de las demás: no hay idea a la que dé precedencia, que siente como principio, que sirva de fundamento o simplemente de punto de partida desde donde deducir o, por lo menos, desarrollar su pensamiento.»
Cuando no tomamos ninguna idea como punto de partida no está renunciando a recorrer un camino intelectual, lo que quiere es dejarlos abiertos. Se trata de no pensar en nada para no renunciar a nada de lo que sería pensable. Se trata de mantener todas las opciones abiertas. Está claro que con esa actitud corremos el riesgo de sucumbir a cierta parálisis, de caer prendados por una ignorancia teñida de misticismo vacío. Pero comenzar a pensar también tiene sus riesgos: muchas veces somos víctimas de la arbitrariedad de una primera idea. Tomamos como punto de partida algo que es ...
Bibliografía
Agamben G, Infancia e historia. Adriana Hidalgo.
Aron R, Las etapas del pensamiento sociológico. [‡‡:450s, desencantamiento]
Colli G, El origen de la filosofía. Austral.
Hölderlin F, Hiperión. Hiperión.
Huizinga J, Homo ludens. Alianza.
Jullien F, Un sabio no tiene ideas. Siruela.
Weber M, 'La ciencia como vocación' (1919), en El político y el científico. Alianza. [PC]